En su definición del concepto de movilidad, el Gobierno de México, que tiene en el Distrito Federal a la ciudad más densamente poblada de América y la cuarta a nivel mundial, este es un derecho que tiene todo individuo y colectividad a realizar el <<efectivo desplazamiento de individuos y bienes mediante los diferentes medios de transporte reconocidos en la Ley. >>
En un mundo que constantemente está en movimiento, el acceso mediante el transporte a servicios esenciales como la salud o la educación, invita a la revisión del estado actual de las opciones que las personas tienen para tal fin y que sin duda, necesitan ser mejoradas y diversificadas.
De acuerdo con datos del Banco Mundial, el impacto climático del transporte nacional e internacional representa el 20 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, que en el año 2050 podría elevarse hasta un 60 %, de mantenerse el ritmo de crecimiento poblacional, que a su vez incrementará las necesidades de movilidad.
El panorama, aunque desalentador, invita a una reflexión que de convertirse en acción generará soluciones en el mediano y largo plazo. ¿Cómo se garantiza el acceso a una movilidad efectiva, segura y al mismo tiempo limpia?
Basta revisar algunos datos para entender que la movilidad en las grandes urbes está a punto de colapsar bajo el régimen de los medios tradicionales de transporte y que la inserción de medios alternativos al sistema es un imperativo para evitar pasar del desplazamiento al estancamiento.
Volviendo al caso de la Ciudad de México, según cifras del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), a medida que el parque automotor aumentaba con el paso de los años, la velocidad en los desplazamientos de los ciudadanos se reducía drásticamente. Para el 2004, 3,5 millones de vehículos (la mayoría automóviles, buses y motos) circulaban por el Distrito Federal a un promedio de 21 km/h en horas pico. En 2017, esa cifra aumentó a 11,4 millones de vehículos y la velocidad media se redujo en horas pico hasta los 6,4 km/h. Básicamente, en la capital mexicana los automóviles se desplazan más lento de lo que lo hace una persona promedio trotando.
En Colombia, la Cámara de Comercio de Bogotá publicó un estudio hecho por la Universidad de La Sabana, en el que revela que para octubre de 2023 la velocidad promedio en horas pico en la capital del país fue de 21,5 km/. Un poco más del doble de la permitida en un parqueadero.
Estas cifras están íntimamente ligadas a las presentadas en diciembre del año pasado por el Registro Único Nacional de Tránsito (RUNT), en el que el parque automotor en Colombia llegó a 18,9 millones, encabezado por las motocicletas con un 61 % y los vehículos con un 38 %, que habla de la clara necesidad de repensar la cultura de la movilidad en términos de medios alternativos, con menor huella contaminante y sostenibles.
Es así como la bicicleta convencional, las bicicletas, las patinetas y scooters eléctricas y los vehículos no propulsados por energías fósiles, aparecen en el panorama como verdaderas alternativas de movilidad limpia, sin ir en detrimento del desarrollo económico de las sociedades concentradas en las grandes urbes.
Para los gobiernos locales y nacionales, el volcar sus sistemas de transporte a medios climáticamente inteligentes, es realmente atractivo no solo desde el punto de vista medioambiental; también desde lo económico.
Por ejemplo, el Banco Mundial, que es la entidad que mayor volumen de financiamiento en transporte destina a nivel global, aprobó en 2023 proyectos de este tipo, enfocados en sistemas basados en energías limpias, por un total de 2.900 millones de dólares.
En Colombia, aunque las cifras de venta de medios de transporte propulsados por energías limpias todavía son pequeñas en comparación con las de aquellos propulsados por gasolina o diésel, la tendencia es esperanzadora.
Según el RUNT, las matrículas de vehículos eléctricos subieron en los últimos tres años, pasando de 4.077 en 2021 a 6.037 en 2022 y a 6.297 en 2023, mientras que tanto en el rubro de matrículas de vehículos propulsados por gasolina y diésel, la cifra disminuyó de 2022 a 2023.
En Bogotá existe un programa denominado “bicicleta compartida” que funciona con más de 3.300 bicicletas ubicadas en seis localidades y con 300 estaciones, para garantizar impacto cero sobre la calidad del aire en los desplazamientos; que con una red de 630 kilómetros de ciclorrutas, además de apps diseñadas para programar viajes, incentiva el uso de este medio de transporte alternativo.
El llamado es a entender que la movilidad limpia, inteligente, segura y sostenible no es una moda, debe convertirse en una cultura si queremos ciudades productivas, dinámicas y descongestionadas.
El problema , no es tanto la infraestructura, ni las normas, es el compromiso con los demás desde el agente de tránsito, el policía , el docente,el ciudadano como padre y como ejemplo para sus hijos. TODOS siempre de alguna manera somos ejemplos y nuestro comportamiento debe ser el correcto, no porque nos den un premio ni porque tengamos miedo de cometer errores, sino porque debemos tener dentro nuestro, que el respeto por las normas es el respeto hacia nosotros mismos y a los demás, debe ser un convencimiento intimo y firme, un estilo de vida.
Grupo J.E.N. Jornada Sin Alcohol. El Bolsón Rio Negro. Argentina.